El Blog de Barney Stinson

Me he dado cuenta que al igual que para ligar en algún bar de la metrópoli madrileña, hay que llevar un buen traje… para ligar en los gimnasios, hay que ir al gimnasio adecuado.

Estaba el otro día paseando por las calles mientras que fichaba las nuevas presas de la temporada de caza, cuando entré a un par de gimnasios a preguntar. Uno de ellos era una famosa pija cadena que lo único que tiene es un montón de máquinas nuevas y un montón de mariquitas peleándose por ver quien echa más sudor. Y el otro… pues del mismo palo.

Según entraba ya me sentía bastante reticente. Pero según vi ese panorama en la zona cardio-fitness de unos culitos respingones y redonditos en mallitas ajustaditas, me hizo replantearme mi nueva zona de caza. Si, me apunté al momento. Y es que estoy convencido de que puede llegar a ser un lugar alucinante e increíble para encontrar a chicas indefensas.

Por supuesto, el gimnasio hasta el que iba ahora era de esos públicos en los que no hay más que tíos sudorosos mirándose al espejo mientras ponen cara de estreñidos y levantan pesas pesadas. No, no es mi ambiente habitual de caza, me sentía desplazado.

Es más, la última tía buena que recuerdo parecía un colador de la cantidad de acero quirúrgico que se había implantado voluntariamente en la zona facial y lumbar. Con un par de tatuajes a juego que aunque la calidad no parecía carcelaria, el diseño si lo era. Ahí no conseguí ligar… y fijaos que me extrañaba, ya que tengo un hándicap del 97% de efectividad. Pero a partir de ahora… en mi nuevo gimnasio…

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